sábado, 7 de mayo de 2011

Ya no más


Hoy te estoy enterrando.
Y me pregunto si algún día pensaste en este día. Si algún día te imaginaste que el día de tu muerte iba a tener un sol increíble, una luz potente, un calor maravilloso.
Y me da dolor. Me duele que el mundo siga como si nada hubiera pasado. Y me da rabia, que el sol no se haya dado cuenta de que no estás más acá.
Cuelgo el acolchado de mi cama a ventilar en el balcón en esta mañana increíble de otoño. Y no puedo dejar de pensar… las veces que dejaste de salir, de pasear, de viajar, de recorrer mundos, de leer libros, de compartir una tarde con amigas y un mate, de simplemente ir a caminar por la rambla, de ir a la feria, de tomarte un bus e irte a recorrer las callecitas empedradas de Colonia que tanto te gustaban, de tomarte un buque y cruzar a Buenos Aires, de agarrar la mochila a por mejores vientos…  y todo por abrir,  limpiar y ventilar tu maravilloso caserón… a soles como el de hoy, el que te entierra, por ventilar los acolchados de tus hijos, a soles como el de hoy, que no se da cuenta que no podía estar en este cielo, hoy no; por lustrar y lustrar tus muebles, por tener todo inmaculado como todo lo que te rodeaba, por sacar el polvo de arriba del piano, y las cacatúas traídas de tu viaje a Misiones y tu bailarina de madera que te acompañó desde Cuba, tu tan ansiado y disfrutado viaje a Cuba, por pasar el paño con cera al piso y luego al piso de madera frente a la estufa, a los libros de Yamandú, estirar una vez más el mantelito a cuadros rojos y verdes sobre la mesa, poner la panera, hacer el té de yuyos de después de comer. Todo con ese cariño y ese amor que le ponías a cada doblez, a cada pasada de la mano, a cada cosa tan limpia y prolija que no se le veía por ningún lado que hubieran sido vividas, usadas, disfrutadas.

Disfrutaste, amiga?
Pudiste ser feliz en algún rincón de tu alma?
Tuviste paz?
Hoy te estoy enterrando, a la distancia. No puedo parar de llorar sobre estas letras y acordarme las veces que compartimos la risa y el llanto. Tampoco puedo resignarme a que te hayas ido. No puedo acompañarte en este último viaje en tierra, a este no. Prefiero imaginarme que nada más no tenemos tiempo de vernos, que estás en la calle Redruello y un día nos vemos, que en la próxima cena vas a estar.
Prefiero imaginarte con tu enorme sonrisa,  cantando, preparando un ensayo, o en alguna obra o proyecto nuevo.
Cuándo te entregaste? 
La costumbre a tu sonrisa, a verte luchar hasta las últimas consecuencias, a aferrarte duro a la vida a pesar de…
Me acostumbré a eso, y lo di por eterno. Siempre ibas a estar. Esto era algo pasajero.
Se supone que teníamos que prepararnos para este momento. Pues, no. Te fallé. No estaba preparada. Todavía no logro tomar conciencia de que no vas a estar más en la calle Redruello. Todavía no puedo resignarme a que nunca más vayamos a retornar nuestras tertulias de los martes. Ya nunca más. Todavía no puedo entregarme a ese designio del Universo que dijo que ya no tenías que estar más acá. Se supone que te iba a contar de mi viaje. Tenía tantas cosas para contarte... Caminé en la muralla China. Estuve en la Ciudad Prohibida, en la Plaza Tiananmen, visité un jardín sólo de orquídeas, volví a Angkor Wat. Te traje las fotos… Tenía tantas cosas para contarte…
Ya no más. Ya no veremos tu risa y tu sonrisa. Ya no ventilarás tus acolchados a los soles de otoño. Ya no necesitarás limpiar tu casa. Ya no disfrutarás de tu rancho en Valizas. Ya no tendremos tu abrazo en la calle Redruello. Ya no te veremos mirar a tus hijos con orgullo. Ya no los verás crecer.
No estaba preparada para dejarte ir, amiga. No estuve ahí para darte la mano. No pude ver que te ibas. Que estabas cansada.  Esto era algo pasajero.
No estaba preparada para no verte más.
Nunca lo estaré
No puedo enterrarte. No puedo ir a decirte adiós.
Nos vemos en cualquier momento, Adri.  En cualquier vuelta de la vida. Y nos vamos a tomar algo por ahí, y a reirnos de todo esto.  Y a llorar un poco juntas.  Que todo pasa.  Siempre vas a estar. Tengo tantas cosas para contarte...

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