jueves, 13 de mayo de 2010

Hombres que siguen siendo niños

Hoy leí este artículo "Hombres que siguen siendo niños"

Impresionante. Hacemos eso? Todo el tiempo? 

Dice así:

"Muchos hombres se despojan de su traje social al llegar a casa.  De adultos solventes y autónomos pasan a ser niños dependientes de su pareja.  El eterno adolescente debe madurar, y su pareja, fomentar la igualdad. 

Quien escuche con atención ciertos comentarios en algunas conversaciones femeninas puede que oiga frases como éstas: "Al mío, cuando se encapricha de algo, no hay quien se lo quite de la cabeza"; "Pues el mío se enfada y no come cuando no hay en la mesa lo que le gusta"; "Y el mío se va a tomar algo con los amigos después del trabajo y, en vez de decírmelo, me miente".  Y podríamos añadir más: "El mío es muy desordenado con sus cosas"; "Al mío le tengo que comprar toda su ropa"; "El mío es insoportable cuando está enfermo y ni te cuento si debe quedarse en cama". 
¿Hablan de sus hijos? A juzgar por sus palabras, podría ser, pero lo cierto es que muchas mujeres hablan así de sus maridos. Y el comportamiento infantil que describen es una realidad muy extendida entre los varones adultos de hoy, padres de familia, exitosos profesionales y señores muy maduros en otros aspectos de su vida.
Más allá de lo graciosas que puedan resultar esas frase, muchas mujeres acumulan en estas situaciones una gran frustración y, tarde o temprano, añaden: "Yo necesito un marido, no un hijo más" o "Me sobran niños y me falta un compañero".

EL ETERNO ADOLESCENTE

El infantilismo de los varones es una secuela de un modelo de masculinidad que aún resulta predominante. Un modelo que envía a los hombres a conquistar la vida pública  - la política, los negocios, el deporte, la ciencia, la tecnología...- y que los aísla del desarrollo emocional profundo, al que se teme por femenino, por presuntamente inferior.  Las niñas ayudan a las madres, aprenden a cocinar con ellas, ordenan su ropa, hacen la compra.  Los niños, no. Las niñas aprenden de sus madres habilidades sociales y afectivas. Los niños, no.
La mayoría de los hombres adultos carecieron de un referente masculino que los habilitara para expresar sus sentimientos y emociones, a conectarse con ellos sin temor a perder su masculinidad.  Son eso que el Psiquiatra Carl Jung llamó el puer eterno, el adolescente perpetuo.  Crecieron doblemente dependientes de las mujeres, tanto en lo emocional como en la resolución de las cuestiones domésticas cotidianas.
Como adultos, ocultan esa dependencia con comportamientos que tratan de reafirmar su masculinidad a través de la eficiencia y el manejo de dinero o poder.  Dan directivas, encaran agresivamente los negocios, conducen los coches como armas...  
Pero en las cuestiones cotidianas aparece el niño que necesita de su madre para resolver las necesidades básicas, para que se haga cargo de sus vínculos afectivos.  Pero ahora que ya no es niño, ¿quién será su mamá?, ¿a quién comparará todo el tiempo con su madre? La respuesta es fácil: su esposa, su novia, su pareja.

TRATARSE DE IGUAL A IGUAL

Es muy común que haya mujeres que fomentan esta situación.  Quienes se quejan, con razón, de que tienen a su lado a un "hombre niño", ¿no los tratan maternalmente, no satisfacen sus caprichos, no les evitan aprender aquello que les ayudaría a crecer? Por qué lo hacen?
Existe también un modelo femenino muy arraigado que ha transmitido a las mujeres la idea de que deben satisfacer al hombre, de que es el "rey", de que se lo merece todo porque trabaja y protege.
Cuando esos modelos tradicionales se cruzan, ni los hombres ni las mujeres nos completamos como seres humanos ni nos permitimos vivir vínculos adultos, en los que cada uno desarrolla sus potencialidades.
La mujer debe dejar de ser madre de su pareja, no atender a caprichos y necesidades infantiles.  El hombre debe desarrollar esas capacidades y habilidades - que permanecen postergadas - en lo emocional, en lo doméstico. Si además se acerca emocionalmente a sus hijos, si se compromete con ellos, se completará como hombre y evitará que estos sean, de adultos, hijos de sus parejas.  
Cuando un hombre y una mujer se comportan como adultos, descubren el verdadero ser del otro y crean un amor maduro.  Ellos ya fueron hijos de sus madres, ellas ya son o serán madres de sus hijos.  Juntos, deben crear algo nuevo y trascendente."

Y que conste que lo dice un hombre: Sergio Sinay (Periodista y terapeuta. Autor de "El arte de vivir en pareja)

We are sooooooooooooo fucked up!

martes, 11 de mayo de 2010

Saber callar



Hace mucho tiempo atrás, la palabra dada equivalía a un documento firmado. Hoy, su uso y abuso hacen que las relaciones, en su mayoría; se transformen en descartables. El poco respeto a lo que se dice, y como se actúa en consecuencia; han hecho de los vínculos un frágil sentimiento donde reina lo etéreo y la poca duración en los mismos.

El valor que le demos a lo que decimos, creemos, pensamos; es el valor que nos damos como personas; primero a nosotros mismos, y luego a quienes se relacionan con nosotros.

Por eso sería bueno empezar a respetarnos más, y cuando digamos algo, comprometernos con eso hasta el final, de lo contrario saber guardar silencio, ya que éste también comunica.

lunes, 10 de mayo de 2010

you and yourself

“But the most exciting, challenging and significant relationship of all is the one you have with yourself. And if you can find someone to love the you you love, well, that's just fabulous.”

jueves, 6 de mayo de 2010

Arriesgarse

“Reír, es arriesgarse a parecer un tonto.


Llorar es arriesgarse a parecer un sentimental.

Hacer algo por alguien, es arriesgarse a involucrarse.

Expresar sentimientos, es arriesgarse a mostrar tu verdadero yo.

Exponer tus ideas y tus sueños, es arriesgarse a perderlos.

Amar, es arriesgarse a no ser correspondido.

Vivir, es arriesgarse a morir.

Esperar, es arriesgarse a la desesperanza.

Lanzarte, es arriesgarse a fallar.

Pero los riesgos deber ser tomados, porque el peligro más grande en la vida es no arriesgarse.

La persona que no arriesga, no hace, ni tiene nada.

Sin arriesgarse se pueden evitar sufrimientos y preocupaciones, pero simplemente no se puede aprender, sentir, cambiar, crecer, amar y vivir…

Sólo una persona que arriesga es libre.”